Diremos adiós dentro de ...

Carta al mar.

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Carta al mar

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Hoy estás inquieto. Te invade el enojo y te consume la rabia. Mis pies anhelan sentirte pero tus olas embravecidas vienen hacia mí con tal fuerza que debo huir y conformarme con la humedad de la arena.

Desahogas tu furia con los riscos, como si ellos fuesen los culpables de tu enojo. Tal vez lo son. Quizás hayan albergado en sus brazos alguna sirena que ha perdido su norte, eso debe ser. Sé cuan celoso eres; te aferras a todo lo que, según tú, sólo puede existir a tu lado.

¿Como será ella?. Sé que no permites que ojo alguno conozca una de tus amantes. Cuan afortunadas son ellas, las musas que inspiran tu canto. Las imagino como reinas en su palacio azul, danzando al compás de tu ritmo y fraguando sueños marinos. Cómo no amar la paz que posee la profundidad de tus aguas, ese silencio que emana de tu vientre. Quien te viera en este instante no desearía ser parte de ti, mas yo sé que esa turbulencia es sólo un disfraz, una forma de cuidarte del mundo exterior, de proteger a tus sirenas y todo el esplendor que encierras. A mi no puedes engañarme.

¿Qué te han hecho? ¿De qué forma te han herido? El vaivén de tus olas gritan ansiosas y en su desespero parecen querer escapar, buscando refugio en la arena, sin saber que en ella sólo encontrarán su final.

¿Acaso es eso? ¿Será que ellas quieren partir, fenecer en la tibia morada de la playa, de la arena cocida por el sol? ¿Será esa tu furia? ¿Será que no quieres compartirlas con la tierra?.

Sí, tu amor hacia ellas te ha hecho enloquecer y tratas de detenerlas, de traerlas de vuelta, olvidando la imposibilidad de detener el tiempo y el destino, pues todo debe seguir su curso, y aunque te quedes con algunas, al final, muchas habrán partido.

Comprendo tu furia, o más bien tu tristeza.

Crees que al afligirte eres débil, y niegas a aceptar que tu majestuosidad pueda caer en debilidad, sin percibir que el enojo y el resentimiento hace más honda la pena. Sé cuando duele perder aquello que se ama pues siempre se termina perdiendo parte de uno mismo. Así como en cada ola se va un amor, un amigo, se va también parte de su esencia y esa parte de ti que se va, deja de pertenecerte para entonces fundirse con la tierra.

Ahora debes compartirla, será tuyo su pasado más su futuro será del sol, de las huellas plasmadas por un instante en la arena, de los caracoles que habitan la ribera, así como las algas que estarán a su encuentro con su nueva vida; pero esto no debe ser motivo de tristeza, aunque se extravíen algunas olas y se escapen sirenas, no dejas de ser hermoso.

Mírate ahora. Hasta el sol quiere se parte de ti. ¿Acaso no ves como se acuesta despacio, como lentamente se esconde en tu regazo ofreciéndote a cambio de un festín de colores, queriendo compensar tu abrazo con nubes púrpuras y arcos luminosos que se reflejan sobre tu faz? ¿Acaso crees que las gaviotas vienen aquí por la arena o el poniente?.

No, vienen a contemplarte.

Ellas también quieren ser tuyas, mas no cuentan con la dicha de los delfines o los corales. Se conforman con extender sus alas sobre tu cuerpo, contemplar en silencio tu grandeza y poseerte tan sólo con sus ojos.

¿Por qué crees que Alfonsina se fue tras de ti? Ella, al igual que yo, estaba cansada de esta absurda realidad que desconoce de quietud y sosiego; realidad que aspira a parecerse a ti, y que tú, a pesar de rodearla, detestas.

Por eso te enfureces cuando intentan quitarte lo que es tuyo, cuando violentan tu lecho. Ellos no te ven como ella pudo verte, de la misma manera en que hoy te veneran mis ojos.

Déjame ser una de tus amantes, olvida aquella sirena, aquellas olas y tómame. Déjame ser parte de tu historia, calma mis besos tu furia y dame la paz que me niega esta tierra.

Autora | Joanne Rodríguez

  Celso de Ourense (@moradadelbuho)  

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6 comentarios
Comentarios
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6 comentarios:

Diego Martínez dijo...

El mar se enfada cuando pierde a una sirena. ¡Me ha encantado el relato de Joanna!.

Un abrazo chico !!.

Bruno Fernández dijo...

Preciosa historia, me ha encantado.

Salu2.

xurxo dijo...

El mar siempre está ahí, esperando... Qué bonito! me ha gustado la referencia a Alfonsina :)

Un saludillo.

Rodrigo Rodríguez dijo...

¡Sin palabras!... Nunca me ha gustado tanto un relato como este.

Un abrazo !.

Anónimo dijo...

La verdad es que es un texto precioso, yo también debería seguir a esta autora y escribir algún día una carta al mar, mi amigo, compañero y confidente... no importa como me encuentre, pero sentarme frente al mar es algo que siempre me plenifica, tranquiliza, me da sosiego, me acerca a Dios.... siempre me reconcilia con el género humano contemplar el mar... por algo será...

Pimpf dijo...

Toda una oda al mar, a las olas y al amor, bueno, una oda en prosa. Los que somos de mar, los que crecimos con ella estamos realmente enamorados.

Bicos Ricos

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